SANTUARIO PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

Gruta y Basílica. Quinta Normal, Santiago de Chile.


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BENEDICTO XVI ADMINISTRA EL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN A DIEZ ENFERMOS EN MISA DE CLAUSURA DE SU VISITA A LOURDES

S.S. Benedicto XVI en Misa de los Enfermos

Junto a los enfermos que acuden al Santuario de Lourdes, el Santo Padre Benedicto XVI recordó que sin la ayuda del Señor, el dolor de la enfermedad es un yugo cruelmente pesado.

El lunes 15 de septiembre, el Papa se despidió del Ermitage de St. Joseph, donde se alojó durante su estancia en Lourdes y posteriormente se trasladó al Oratorio del Hospital, donde el 3 de junio de 1858 Bernardita recibió la Primera Comunión, Cuarta Etapa del Camino del Jubileo. El Santo Padre rezó en la Capilla delante del Santísimo y pronunció la Cuarta y última Oración del Camino Jubilar.

A las 9:30 el Papa celebró en el exterior de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario la Santa Misa, en la Memoria Litúrgica de la Virgen de los Dolores, con los enfermos acudidos a Lourdes.

En la festividad de hoy, dijo el Papa, “contemplamos a María que comparte la compasión de su Hijo por los pecadores. (...) Se puede decir, como de su Hijo Jesús, que este sufrimiento la ha guiado también a Ella a la perfección para hacerla capaz de asumir la nueva misión espiritual que su Hijo le encomienda poco antes de expirar: convertirse en la Madre de Cristo en sus miembros”.

“María -prosiguió- está hoy en el gozo y la gloria de la Resurrección” y “ama a cada uno de sus hijos, prestando una atención particular a quienes, como su Hijo en la hora de su Pasión, están sumidos en el dolor; los ama simplemente porque son sus hijos, según la voluntad de Cristo en la Cruz”.

“Movidos por la Palabra inspirada de la Escritura, los cristianos han buscado siempre la sonrisa de Nuestra Señora, esa sonrisa que los artistas en la Edad Media han sabido representar y resaltar tan prodigiosamente. Este sonreír de María es para todos; pero se dirige muy especialmente a quienes sufren, para que encuentren en Ella consuelo y sosiego”.

Benedicto XVI recordó que en Lourdes, durante la Aparición del Miércoles 3 de Marzo de 1858, María da a conocer a Bernardita “primero su sonrisa, como si fuera la puerta de entrada más adecuada para la revelación de su misterio”.

“En la sonrisa que nos dirige la más destacada de todas las criaturas -afirmó- se refleja nuestra dignidad de hijos de Dios, la dignidad que nunca abandona a quienes están enfermos. Esta sonrisa, reflejo verdadero de la ternura de Dios, es fuente de esperanza inquebrantable”.

"Sabemos que, por desgracia, el sufrimiento padecido rompe los equilibrios mejor asentados de una vida, socava los cimientos fuertes de la confianza, llegando incluso a veces a desesperar del sentido y el valor de la vida. Es un combate que el hombre no puede afrontar por sí solo, sin la ayuda de la gracia divina".

“Cuando la palabra no sabe ya encontrar vocablos adecuados, es necesaria una presencia amorosa; buscamos entonces no sólo la cercanía de los parientes o de aquellos a quienes nos unen lazos de amistad, sino también la proximidad de los más íntimos por el vínculo de la fe. Y ¿quién más íntimo que Cristo y su Santísima Madre, la Inmaculada? Ellos son, más que nadie, capaces de entendernos y apreciar la dureza de la lucha contra el mal y el sufrimiento”.

“Quisiera decir humildemente a los que sufren y a los que luchan, y están tentados de dar la espalda a la vida: ¡Vuélvanse a María! En la sonrisa de la Virgen está misteriosamente escondida la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad y a favor de la vida. También junto a Ella se encuentra la gracia de aceptar sin miedo ni amargura el dejar este mundo, a la hora que Dios quiera”.

“Sí, buscar la sonrisa de la Virgen María no es un infantilismo piadoso -explicó el Papa- es la aspiración, dice el salmo 44, de los que son "los más ricos del pueblo". "Los más ricos" se entiende en el orden de la fe, los que tienen mayor madurez espiritual y saben reconocer precisamente su debilidad y su pobreza ante Dios”.

“La sonrisa de María es una fuente de agua viva. (...) De su corazón de creyente y de Madre brota un agua viva que purifica y cura. Al sumergirse en las piscinas de Lourdes ¡cuántos no han descubierto y experimentado la dulce maternidad de la Virgen María, juntándose a Ella para unirse más al Señor!”.

Misa Enfermos

Benedicto XVI culminó su viaje a Francia con esta Misa, en la que administró el sacramento de la Unción de los Enfermos a diez personas en la misma Explanada del Rosario.

Los enfermos, algunos de ellos en silla de ruedas, procedían de Francia, Alemania e Irlanda. Recibieron la Unción, entre otros, un niño de la diócesis de Tarbes y Lourdes, una joven de la diócesis alemana de Münster, una mujer que pertenece a una familia de empleados de los santuarios de Lourdes, un joven con una enfermedad psíquica de Aigues Vives (Gard, Francia), una enferma peregrina de Meath (Irlanda), y el Padre Joseph Bordes, antiguo Rector del Santuario de Lourdes de Francia.

Benedicto XVI hizo la unción en la frente y en las manos de los enfermos pronunciando estas palabras: “Por esta santa Unción, y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”.

Entre los 70.000 peregrinos que participaron en la Eucaristía, muchos eran enfermos, acompañados por familiares, amigos o por los voluntarios hospitalarios de Lourdes. El mismo Papa dio también la Comunión a enfermos.

“Cristo dispensa su salvación mediante los sacramentos y de manera muy especial, a los que sufren enfermedades o tienen una discapacidad, a través de la gracia de la Unción de los Enfermos”, afirmó el Obispo de Roma.

En la Homilía, constató que “para cada uno, el sufrimiento es siempre un extraño. Su presencia nunca se puede domesticar. Por eso es difícil de soportar y, más difícil aún -como lo han hecho algunos grandes testigos de la santidad de Cristo- acogerlo como ingrediente de nuestra vocación”.

Por este motivo, el Santo Padre propuso afrontar el dolor y la enfermedad acogiendo “en sí a Cristo médico. Cristo no es médico al estilo del mundo -aclaró-. Para curarnos, Él no permanece fuera del sufrimiento padecido; lo alivia viniendo a habitar en quien está afectado por la enfermedad, para llevarla consigo y vivirla junto con el enfermo”.

“La presencia de Cristo consigue romper el aislamiento que causa el dolor -aseguró-. El hombre ya no está solo con su desdicha, sino conformado a Cristo que se ofrece al Padre, como miembro sufriente de Cristo y participando, en Él, al nacimiento de la nueva creación”.

“Sin la ayuda del Señor, el yugo de la enfermedad y el sufrimiento es cruelmente pesado. Al recibir la Unción de los Enfermos, no queremos otro yugo que el de Cristo, fortalecidos con la promesa que nos hizo de que su yugo será suave y su carga ligera”, afirmó.

Y, como él mismo dijo, esta es la esperanza que el Papa quería ofrecer a los enfermos que recibieron este sacramento.

Como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, los efectos de la Celebración del Sacramento de la Unción de los Enfermos es “un don particular del Espíritu Santo”, “la unión a la Pasión de Cristo”, “una gracia eclesial”, y “una preparación para el último tránsito”. (Números 1520-1523).

El sacramento de la Unción de los Enfermos puede recibirse varias veces en la vida por enfermedades diferentes o por etapas diferentes de una misma enfermedad.

Fuentes: IGLESIA.CL y Zenit

Lourdes, 15 de Septiembre de 2008.

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