SANTUARIO PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE
LOURDES
Gruta y Basílica. Quinta Normal, Santiago de Chile.
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“Yo soy el Pan vivo bajado del Cielo”
Un milagro eucarístico del siglo XIII fue el origen de la Fiesta del Corpus Christi, que la Iglesia celebra el jueves siguiente a la Solemnidad de la Santísima Trinidad; aunque en algunos países (como es el caso de Chile) las Iglesias locales deciden trasladarla para el domingo por una cuestión pastoral.
En esta solemnidad, la Iglesia tributa a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, gratitud y amor, siendo la procesión del Corpus Christi una de las más importantes en toda la Iglesia Universal.
A mediados del siglo XIII, el
P. Pedro de
Praga dudaba sobre la presencia de Cristo en la
Eucaristía y realizó una peregrinación a
Roma para rogar sobre la tumba de San Pedro una gracia de fe. Al
retornar, mientras celebraba la Santa Misa en Bolsena, en la
Cripta de Santa Cristina, la Sagrada Hostia
sangró manchando el corporal.
La noticia llegó
rápidamente al Papa Urbano IV,
que se encontraba muy cerca en Orvieto, y mandó que se le
lleve el corporal. Más adelante el Pontífice
publicó la bula “Transiturus”, con la
que ordenó que se celebrara la Solemnidad del Corpus Christi en
toda la Iglesia el jueves
después del domingo de la Santísima
Trinidad.
El Santo Padre encomendó a
Santo
Tomás de Aquino la preparación de un
oficio litúrgico
para la fiesta y la composición de himnos, que se entonan hasta el
día de hoy: Tantum Ergo,
Lauda Sion.
El Papa Clemente V en el Concilio general de Viena (1311) ordenó una vez más esta fiesta y publicó un nuevo decreto en el que incorporó el de Urbano IV. Posteriormente Juan XII instó su observancia.
La Eucaristía es la consagración del pan en el Cuerpo de
Cristo y del vino en su Sangre que renueva mística
y sacramentalmente el sacrificio de Jesucristo en la Cruz. La
Eucaristía es Jesús real y personalmente presente
en el pan y el vino que el sacerdote consagra. Por la fe
creemos que la presencia de Jesús en la Hostia y el vino
no es solo simbólica, sino real; esto se llama el misterio
de la transubstanciación, ya que lo
que cambia es la sustancia del pan y del vino; los accidentes
-forma, color, sabor, etc.- permanecen iguales.
La institución de la Eucaristía tuvo lugar durante la Última Cena pascual que celebró con sus discípulos y los cuatro relatos coinciden en lo esencial, en todos ellos la consagración del pan precede a la del cáliz; aunque debemos recordar, que en la realidad histórica, la celebración de la Eucaristía (Fracción del Pan) comenzó en la Iglesia primitiva antes de la redacción de los Evangelios.
Los signos esenciales del sacramento eucarístico son
pan de trigo y
vino de vid, sobre los
cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo
y el presbítero pronuncia las palabras de la
consagración dichas por Jesús en la última
Cena: "Esto es mi Cuerpo
entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi
Sangre..."
Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es
una experiencia personal e íntima, y que supone el
encuentro pleno de dos que se aman. Es por tanto imposible
generalizar acerca de ellos. Porque solo Dios conoce los
corazones de los hombres. Sin embargo, sí debemos
traslucir en nuestra vida, la trascendencia del encuentro
íntimo con el Amor. Resulta lógico pensar que quien
recibe esta Gracia, está en mayor capacidad de amar y de
servir al hermano y que además alimentado con el Pan de
Vida debe estar más fortalecido para enfrentar las
pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe y su
esperanza. En fin para llevar a feliz término la
misión, la vocación, que el Señor le
otorgue.
«Si Dios se encarnara hoy, lo haría en forma de pan», decía Gandhi, para dejarse comer, para saciar todas las hambres y alimentar en todos los hambrientos. Es lo que hizo Jesús. Dios quiere que le amemos. Dios quiere alimentarnos, para que tengamos vida y vida en plenitud. Dios es vida vivificadora. O, dicho de otro modo, Dios es amor que se comunica.
Dice San Agustín que si Jesús no se hubiera quedado en la Sagrada Eucaristía, el dogma de la Encarnación hubiera tenido tres grandes defectos:
a) defecto de espacio, porque entonces la presencia de Cristo en el mundo se hubiera reducido a un trozo de tierra bien estrecho (Palestina)... y era conveniente que estuviera en todas las partes del mundo, como lo está ahora;
b) defecto de tiempo, pues hubiera estado sólo con la generación que convivió con Él... y quería estar con todos nosotros hasta la consumación de todos los siglos;
c) por la Encarnación el amor se nos hizo presente, pero al amor cuando es muy grande, no le basta estar presente al amado, sino que quiere entrar dentro del amado... y esto es lo que hizo Jesús: entrar dentro de sus amados (“Tomad y comed...”)
Nunca olvides que existen CUATRO cosas en la vida que jamás se recuperan: la piedra, después de arrojada; la palabra, después de proferida; la ocasión, después de perdida; el tiempo, después de pasado.
Año A:
1ªL)
Deuteronomio 8, 2-3,14b-16a; Sal) Salmo 147,
12-15.19-20; 2ªL) 1
Corintios 10, 16-17; Ev) Juan 6,
51-58.
Año B: 1ªL) Éxodo 24, 3-8; Sal) Salmo 115, 12-13.15.16bc.17-18; 2ªL) Hebreos 9, 11-15; Ev) Marcos 14, 12-16.22-26.
Año C: 1ªL) Génesis 14, 18-20; Sal) Salmo 109, 1-4; 2ªL) 1 Corintios 11, 23-26; Ev) Lucas 9, 11-17.
Este es el pan de los Ángeles,
convertido en alimento de los hombres peregrinos:
es el verdadero pan de los hijos,
que no debe tirarse a los perros.
Varios signos lo anunciaron:
el sacrificio de Isaac,
la inmolación del Cordero Pascual
y el maná que comieron nuestros padres.
Jesús, Buen Pastor, pan verdadero,
ten piedad de nosotros:
apaciéntanos y cúidanos;
permítenos contemplar los bienes eternos
en la tierra de los vivientes.
Tú, que lo sabes y lo puedes todo,
Tú, que nos alimentas en este mundo,
conviértenos en tus comensales del Cielo,
en tus coherederos y amigos,
junto con los Santos.
Amén.
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