SANTUARIO PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE
LOURDES
Gruta y Basílica. Quinta Normal, Santiago de Chile.
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Pastoral 2023
Tema Pastoral Lourdes
2023
El tema que se nos propone desde Francia para los años 2022 al 2024 está inspirado en las palabras que María, la Madre de Dios, confió a Bernardita Soubirous el 2 de marzo de 1858: «Vaya a decir a los sacerdotes que se construya aquí una capilla y se venga en procesión». Teniendo en cuenta el contenido y la riqueza de estas palabras, y para que los peregrinos las conozcan mejor, se está presentando en tres etapas:
AÑO 2022: «Vaya a decir a los Sacerdotes…»
AÑO 2023: «Que se construya aquí una Capilla…»
AÑO 2024: «Que se venga en Procesión…».
«Que se construya aquí una Capilla…»:
Una mirada pastoral sobre Lourdes hoy, para todos quienes
están vinculados al servicio pastoral en los Santuarios de
Lourdes, sean religiosos o laicos, y también para los
responsables de las peregrinaciones a estos Santuarios.
Al acudir a la Gruta de Lourdes para encontrarse con una niña, la Virgen María participa en la conmovedora historia del amor de Dios por la humanidad, de la que ella misma es la criatura privilegiada, al ser la única persona humana que puede decir: «Yo soy la Inmaculada Concepción».
Por eso, más que ninguna otra, esta historia singular de María y Bernardita está iluminada por las Sagradas Escrituras, la Enseñanza de la Iglesia, pero también por la experiencia de los peregrinos de Lourdes que no dejan de vivirla.
Como en otras intervenciones de Dios registradas en la Biblia, el encuentro de María y Bernardita se efectúa en el nivel de lo mejor de su humanidad. Al situarse en el registro del amor, la «Señora» y la niña no solo son plenamente ellas mismas, sino que permiten que Cristo esté presente con ellas.
Una petición vital. La construcción requiere unas bases. En este lugar, la base existe. A nivel material, es la Gruta. En el plano espiritual, es el contenido de la relación que María entabló con Bernardita lo que es la base de la capilla y, por tanto, de la peregrinación a Lourdes.
Este contenido es la gracia que Dios da a María, para que la difunda ampliamente en la Gruta de Lourdes. Las curaciones y milagros son solo un aspecto. Así, el gran milagro de Lourdes no se encuentra en las curaciones de algunas personas, sino en la gracia de la aceptación que una multitud recibe de María, la Virgen Inmaculada. El fruto de esto es la conversión, es decir, el cambio de vida y la aceptación de la salvación ofrecida por Cristo Jesús.
Construir una vida cristiana, una comunidad eclesial y católica lleva tiempo. En el plano espiritual, se trata de construir la Iglesia de Dios a partir de las directrices de Cristo resucitado: «Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sepan que Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mateo 28, 19-20).
Construir requiere trabajar junto a otros, cada uno humildemente en su lugar, actuando en vistas a un mismo fin, siendo compatibles unos con otros.
La construcción es una prolongación del primer mandamiento de Dios: «Sean fecundos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla» (Génesis 1, 28). Es el movimiento de toda la existencia.
La construcción implica a todo el ser humano, cuerpo,
alma y espíritu. A través de esta experiencia que
nos moviliza, se nos invita a acoger la Palabra de Dios y las
exigencias de esta Palabra. Estamos invitados a dejarnos
acompañar por la enseñanza de la Iglesia de hoy.
Estamos invitados a discernir lo que es mejor para nosotros y
para nuestros hermanos según la voluntad de Dios. Si se
realiza este trabajo, la persona y la comunidad comienzan a
entrar en la dimensión espiritual de sus vidas. Entonces
todo puede convertirse en un testimonio del Evangelio y en un
compartir la vida de Dios.
Un lugar concreto. María dirigió esta petición a Bernardita mientras que se encontraban juntas en la Gruta. Aquí significa: en la Gruta. Hay que entender: alrededor de la Gruta para que la Gruta sea el corazón de la construcción solicitada. Esta precisión es importante por dos razones:
1°) En 1858 había una
iglesia parroquial en Lourdes (Francia) desde hacía mucho
tiempo. Y en ese momento la «Señora» pide que
se construya una iglesia en las afueras, en un lugar desierto.
Esto tiene un doble significado. Por un lado, existe una
dimensión misionera. Estamos enviados a construir:
«Vayan, pues, y hagan
discípulos» (Mateo 28, 19). La Iglesia no
tiene que ser el centro, sino «a ser enviada hacia».
El Papa San Pablo VI formula así esta vocación
misionera así: «La
Iglesia existe para evangelizar». Por otra parte,
construir donde no hay nada en Lourdes significa construir con la
gracia de Dios, que se nos da a través de la persona de la
Virgen Inmaculada. Allí donde no había nada ni
nadie, hoy hay edificios y millones de peregrinos. Por no hablar
de la influencia de la gracia de Lourdes en todo el mundo. Tal es
la fecundidad de la gracia, de la que cada uno solo ve lo que
puede tener delante.
2°) Cuando decimos "la Gruta", hay que pensar en el tesoro (Mateo 13, 44), es decir, en la presencia de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que es el contenido de la relación entre María y Bernardita, para la conversión de los pecadores y la salvación del mundo. El signo de este tesoro es el manantial.
En todo lo que concierne a la construcción que ha sido pedida, hay que tener en cuenta la dimensión misionera -somos enviados- y la invitación que se nos dirige a sembrar el Evangelio donde no hay nada, para obtener una cosecha que solo pertenece a Dios.
Hoy en día, el acompañamiento y la acogida se realizan a diferentes niveles. Participan sacerdotes, religiosos y laicos, voluntarios y rentados. Sin embargo, la acogida y el acompañamiento son fruto de una pastoral que debe estar en el centro de toda peregrinación. El aspecto logístico debe adaptarse al trabajo pastoral realizado. Así, el servicio prestado a los peregrinos de la Gruta les permite discernir, entrar y compartir.
El lugar de la Alianza. El término "capilla" tiene dos significados. O bien forma parte de una iglesia con altar propio para celebrar la misa, o bien es una iglesia no parroquial. Este es el caso de las capillas de peregrinación, es decir, los Santuarios.
La petición que tuvo que transmitir Bernardita fue la de construir una capilla para que la Gruta se convirtiera en un Santuario, un lugar de peregrinación donde se pudiera rezar y celebrar el sacramento de la Alianza, la Eucaristía y los sacramentos de la Misericordia. Si situamos esta petición en el contexto de la relación entre María y Bernardita, vemos que esta relación madre-hija se ha vivido siempre bajo la mirada de Dios, estando la «Señora» y la niña siempre orientadas hacia Dios. Todo empezó con las devociones de la piedad popular, más precisamente con el rezo del Rosario que rezaba Bernardita con María. También hay que mencionar la «procesión» que, para Bernardita, era la marcha con los demás, en recogimiento y oración silenciosa, desde su casa hasta la Gruta, el tiempo de preparación para el encuentro, y luego el momento de acción de gracias al final del mismo.
Todo continuó cuando María (mientras preparaba a Bernardita para su primera comunión) añadió un gesto que se ha convertido en específico de la Gruta de Lourdes: «Vaya a beber y a lavarse en la fuente». Este gesto ilumina las actividades de la piedad popular, pero también se refiere a la vida sacramental. Al gesto del agua se unen otros dos gestos, uno vinculado a la roca y otro a la luz. Estos tres gestos son introducciones «mímicas» al misterio pascual, al misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús, el Salvador del mundo.
La petición de construir una capilla abre por tanto la celebración de los sacramentos de la Iglesia, que son todos una celebración de la nueva y eterna Alianza sellada en la cruz en la Sangre de Cristo Jesús, el Salvador del mundo. A través de esta petición de construir un Santuario, el tesoro de la Gruta, la fuente, se despliega a través de la proclamación de la Palabra en lo que es el corazón de la vida del Santuario.
¿De qué está hecho este corazón? Desde que se tomó en cuenta la construcción de la Capilla, la Gruta de Lourdes se ha convertido en un Santuario, es decir:
1) El lugar donde se proclama la Palabra.
2) El lugar de la celebración de la Palabra proclamada (sacramentos y sacramentales).
3) El lugar donde se vive y se pone en práctica la Palabra proclamada y celebrada.
Esto hace del Santuario:
1)
El lugar privilegiado del encuentro, en la oración, la
misericordia y la caridad.
2) El lugar de reunión y, por tanto, de visibilidad de la Iglesia y, en su centro, de la Presencia de Cristo Jesús Salvador.
Pero para que un acontecimiento tan extraordinario sea posible, la Iglesia tuvo que reconocer primero la autenticidad de las Apariciones de la Virgen María a Bernardita: “Juzgamos que la Inmaculada María, Madre de Dios, se ha aparecido realmente a Bernardita Soubirous […] A fin de confortarnos a la voluntad de la Virgen Santísima, expresada diferentes veces durante sus apariciones, nos proponemos edificar un Santuario sobre la misma Gruta, que es propiedad del los Obispos de Tarbes” (Mons. Laurence, mandamiento del 18 de enero de 1862).
Así pues, Lourdes, «el Santuario de la Inmaculada Concepción» (Mons. Pierre-Marie Théas) es para el peregrino «el lugar donde se hace la experiencia del rostro materno de la Iglesia», como recuerda el Papa Francisco cuando evoca un Santuario dedicado a la Virgen María. Sin embargo, no son solo los constructores los que construyen, ya que todo lo que los peregrinos hacen es al mismo tiempo:
- Participación hoy en esta construcción permanente...
- Que permite dejarse edificar interior y espiritualmente como discípulo de Cristo Jesús, en marcha por el camino de la salvación...
- Y que hace a cada peregrino partícipe de la construcción de la verdadera capilla que es la Iglesia, la Esposa de Cristo, y (se podría decir) la visibilidad de Cristo, puesto que el Santuario es Cristo.
Venir a Lourdes, ya sea con unas pocas personas o con un gran grupo de peregrinos, es necesariamente una responsabilidad. Acoger a las personas en el Santuario de Lourdes implica la misma responsabilidad, porque el acompañamiento o la acogida solo pueden vivirse en estrecho contacto con Nuestra Señora.
¿Cómo se puede vivir y asumir mejor esta responsabilidad para el interés de los demás? El mejor guía, el acompañante más fiable, el anfitrión más creíble no es el que recita su lección, sino el que comparte, viviéndola, su propia experiencia de peregrino y que, al compartirla, la comunica con verdad.
Por supuesto, se podría decir: hay tantos peregrinos, como experiencias.
Sin embargo, en Lourdes, cualquier experiencia que es verdadera:
- Prolonga la de Bernardita.
- Lleva la marca de la pedagogía de Nuestra Señora de Lourdes que, con Bernardita y con cada peregrino, hace referencia a la incomparable solicitud de Jesús por cada persona.
- Y así hace que cada persona sea, de alguna manera, contemporánea de todos los amigos de Dios.
He aquí cinco palabras clave para quienes
acompañan a los peregrinos a Lourdes y para quienes los
acogen en el Santuario, preparándolos para el encuentro
con María y, a través de ella, con su Hijo
Jesús, el Salvador: ACOGER, ACOMPAÑAR, DISCERNIR,
ENTRAR y COMPARTIR.
Todo empieza con una acogida. La acogida es un valor humano fundamental, ya que la acogida abre a una relación con los demás. En la Gruta de Lourdes, la acogida que recibió Bernardita fue tanto material como espiritual. Esta acogida está profundamente arraigada en la humanidad de las dos protagonistas y tiene un contenido extraordinario. «Ella me miraba. Me sonreía. Se inclinaba hacia mí. Me trataba de usted». Tal es la delicadeza de la Virgen hacia Bernardita.
Hoy, para Nuestra Señora de
Lourdes, toda persona que acude a ella en la Gruta es
«Bernardita».
Por tanto, recibe la misma acogida, cuya finalidad es el
encuentro con Jesús, el Salvador, como siempre fue el caso
para la joven. Hoy en día, incluso antes de ser acogido
por la Virgen en la Gruta, cada persona que se inscribe en una
peregrinación (grupal) a Lourdes entra en la experiencia
de la acogida a través de muchas personas: personas
encargadas de su venida a Lourdes; personas que hacen posible su
viaje; personas que prestan servicio en el Santuario de Nuestra
Señora de Lourdes (en Francia o sus réplicas en
Chile y resto del mundo)... A través de todas estas
personas, es ya Nuestra Señora de Lourdes quien
acoge.
Todo comienza también con el acompañamiento. Para Nuestra Señora de Lourdes, el acompañamiento es inseparable de la acogida, como la acogida es inseparable del acompañamiento. De hecho, uno está al servicio del otro, uno le da al otro todo su valor. Por ello, la acogida y el acompañamiento se realizan simultáneamente. Los acompañantes empiezan acogiendo. Los que acogen no dudan en acompañar.
Al igual que en la acogida, en el
acompañamiento la persona más importante es siempre
el otro. En Lourdes, para cada peregrino, la finalidad de la
acogida y del acompañamiento se experimenta en la Gruta
donde es acogido por la Virgen Inmaculada que le da acceso al
signo perenne que ha dejado allí.
¿Cómo discernir? Dejándose iluminar, como todo hombre, por su conciencia y como cristiano, por la Palabra de Dios. El discernimiento que va a realizar cada peregrino depende de la forma en que es acogido y acompañado.
Hay que observar y contemplar la
peregrinación de Bernardita Soubirous. En efecto, Bernardita no
solo es la primera de todos los peregrinos de Lourdes, sino
también la primera peregrina enferma y la primera
peregrina discapacitada. Cuando María la
acogió por primera vez en la Gruta el jueves 11 de febrero de 1858 por la
mañana, le enseñó inmediatamente a hacer la
señal de la cruz correctamente. A través de este
gesto, la Virgen María le transmitió la gracia de
Lourdes, que el Papa Pío XII
escribió, con motivo del Centenario de las Apariciones
(1958), que fue concedida para «restaurar el mundo, en Cristo, en
una nueva e incomparable efusión de la
Redención».
Cuando recibió esta gracia, Bernardita experimentó inmediatamente cuatro momentos de ella. Empieza rezando el Rosario con la «Señora». Inmediatamente después de esta Primera Aparición, en un arrebato de caridad, ayuda a su hermana pequeña Toinette. De camino a casa, da testimonio por primera vez. Al tercer día, va a decir al sacerdote su experiencia de lo que llamamos la Primera Aparición.
Para Bernardita y para todo peregrino, el
fruto de la peregrinación a Lourdes es, pues, a la luz de
la fe: oración, caridad, testimonio, relación con
el sacerdote y la Iglesia.
Entrar es pasar del exterior al interior, pasar de un papel pasivo a un papel más activo. El observador se convierte en actor. Quien ha hablado, ahora actúa. Pero este primer paso se da en el acto, porque entrar es abrir el regalo que se ha recibido, descubrirlo viviéndolo, ponerlo en práctica y así apropiarse de él.
¿Cómo entra Bernardita en la oración, la caridad, el testimonio, la relación con el sacerdote y con la Iglesia? Quedándose donde estaba y viviendo de forma renovada por la gracia lo que ya estaba viviendo.
Para que Bernardita pudiera vivir en la Gruta de la Gracia de Lourdes, pocos días después de que se le enseñara a hacer bien la señal de la cruz, la «Señora» le envía una maravillosa invitación: «¿Me haría el favor de venir aquí durante quince días?».
Esta invitación nos enseña
que dejarse habitar por la gracia poniéndola en
práctica requiere tiempo: es el tiempo de la
peregrinación.
¿Cómo compartir? Dando todo lo que se es.
Para Bernardita, el compartir consistira én una disponibilidad total para dar testimonio, a pesar del sufrimiento físico y moral que esto pueda causarle. De hecho, para Bernardita, el testimonio es su cruz casi cotidiana, dando al sufrimiento de la confidente dé la sierva del Señor una fecundidad extraordinaria «para la restauración del mundo en Cristo por una nueva e incomparable efusión de la Redención» (Papa Pío XII).
En Lourdes, como en otras partes, la falsificación del compartir consiste a veces en querer compartir a la manera del mundo. Todos tenemos la tentación de hacerlo. Debemos recordar siempre que, como Jesús, Bernardita compartió su propia vida. No compartamos poniéndonos del lado del mundo.
En Lourdes, cada peregrino es testigo de un intercambio a la manera del «otro mundo», si utilizamos el lenguaje de María cuando le promete a Bernardita «la felicidad del otro mundo».
Por tanto, todos somos testigos de gestos de bondad, amistad, ternura y afecto que expresan el don de sí mismo en la acogida del otro, que da todo el lugar que le corresponde a la Caridad, es decir, a Cristo Jesús.
En Lourdes vivimos este constante ir y venir entre la experiencia concreta y la descodificación que debe hacerse en forma de catequesis. Ya sea existencial o espiritual, ya sea del orden de la piedad popular, de los gestos de Lourdes o de los gestos sacramentales, esta experiencia conmueve al peregrino.
Cuando se evoca el hecho de acoger, acompañar, discernir, entrar y compartir, se habla, por supuesto, de un orden lógico y, por tanto, habitualmente practicado. Sin embargo, estas nociones no son fijas, ya que se viven unas con otras, estando al servicio de las demás.
Los que acogen y acompañan a los
peregrinos tienen un gran margen de maniobra para adaptarse a las
personas acompañadas y acogidas. El único criterio
que se aplica es sencillo: que lo que se diga y lo que se haga
pueda favorecer la acogida por cada persona de «la nueva e incomparable
efusión de la Redención».
Fuente: Santuario de
Lourdes Francia.
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