SANTUARIO PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE
LOURDES
Gruta y Basílica. Quinta Normal, Santiago de Chile.
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Pastoral 2025
Tema Pastoral Lourdes
2025
Cada año, el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes de Francia presenta un tema que sirve de marco pastoral y programático básico para los organizadores y monitores de peregrinaciones a los Santuarios de Lourdes. El año 2025 es especial. Se trata de un Año Jubilar, un «año de gracia» (Isaías 61, 2) en el que se perdonan la deuda y los castigos causados por los pecados. En otras palabras, el Jubileo es un gran acontecimiento popular durante el cual todos los peregrinos pueden sumergirse en la infinita misericordia de Dios. Como es sabido, el tema del año del Jubileo 2025 es PEREGRINOS DE ESPERANZA.
Punto de partida bíblico: Lucas 24, 13-35. Los Discípulos de Emaús.
Los discípulos/peregrinos conversaban entre ellos sobre todo lo sucedido; hablaban, se preguntaban y estaban tristes, preocupados, desorientados, angustiados y desconcertados. Comentaban los tristes acontecimientos que acababan de vivir mientras se dirigían hacia un lugar: Emaús. Pero mientras tanto, dialogaban entre ellos… Su tristeza de espíritu les impedía reconocer a este «extraño» que se les acercó y caminó junto a ellos…
Bernardita también fue a la Gruta de Massabielle a buscar leña. Enferma, salió del calabozo, donde no solo reinaba el frío invernal, sino también la miseria y la perspectiva de un triste mañana. Entonces, se dirigió a la Gruta en busca de leña para recalentar su sopa (literalmente).
Sin duda, nuestros peregrinos salen de casa cargados con el peso de diferentes situaciones agotadoras: hasta el punto de que ni siquiera es bien recibido el pequeño rayo de esperanza que otros les dan, como les ocurrió a los discípulos. Puede que un «primer anuncio» haya fracasado… Este es el punto de partida, que es también el de los peregrinos a los que acompañamos.
Permitamos que nuestros peregrinos (como Jesús con los discípulos de
Emaús) expresen cuáles son sus preocupaciones ante los acontecimientos
de su vida y del mundo, y recemos por ellos. Con ellos y como el papa
Francisco, peregrinemos e invoquemos a María, Madre de la Esperanza: «Por
eso Tú permaneces con los Discípulos como Madre suya, como Madre de la
esperanza. Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a
creer, esperar y amar contigo».
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?»
Durante la peregrinación de los discípulos de Emaús, Jesús mismo vino, caminó CON ellos, se informó y enseñó. Interpretó las Escrituras y las actualizó para que estos las entiendan. Más que nunca, es el Emmanuel: Dios con nosotros.
En Lourdes, la Inmaculada se acercó a Bernardita y le enseñó a persignarse y a rezar el rosario, haciendo desaparecer así su angustia y su miedo.
La peregrina Bernardita nos reúne en Lourdes porque es como nosotros. A través de su mediación, se nos ofrece la proximidad del cielo en la persona de María y en la de su divino Hijo. Ellos se acercan a nosotros, nos informan, nos enseñan y nos tranquilizan.
Para que el tiempo «cronológico» de una peregrinación adquiera el valor del tiempo providencial o kairos, se nos ofrecen unos gestos sencillos y precisos.
«Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista».
La mesa de la Eucaristía es el destino inesperado de los discípulos de Emaús. Allí, contemplaron el signo poderoso del sacrificio supremo de Cristo y de nuestra salvación. Entonces, pudieron reconocer al Señor en la fracción del pan.
Bernardita también encontraría esta intimidad con Cristo durante el periodo de las apariciones. Experimentó este encuentro a través del sacramento de la reconciliación y la Eucaristía. Acogiendo y viviendo la Palabra de María, su corazón se abrió en la tierra a «la esperanza del otro mundo».
La Palabra de la Bella Señora es, de hecho, el eco del Evangelio. En respuesta, Bernardita realizó los gestos penitenciales: comió hierba, caminó de rodillas, se embarró el rostro con barro… Gestos no exentos de sacrificio por su parte. Es más, decía: «Si supieran cuánto me costó». Sin embargo, el aspecto más significativo fue su vida sacramental. Recurrió a la confesión después de la primera aparición, a la Eucaristía entre la 17a y la 18a Aparición, sin olvidar su compromiso con la Iglesia parroquial de Lourdes al hacerse «hija de María» el 8 de septiembre de 1858 y, por último, a su compromiso de vida consagrada con las Hermanas de la Caridad y de la Instrucción Cristiana de Nevers.
La peregrinación es, ante todo, un momento de oración personal y comunitaria en el que cada grupo y cada peregrino pide al Señor que se «quede con nosotros».
No se trata de inventar nuevos gestos, sino de vivir los sacramentos
y los signos de Lourdes de forma renovada, bajo el signo de la
Esperanza: La Eucaristía como anticipo del banquete de bodas, en la
Eternidad.
«Pero Él desapareció de su vista (…). Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: “Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan».
La peregrinación de Emaús había terminado, por lo que debían volver «en aquel momento», sin perder tiempo. Como la Virgen María que va «con presteza», van a levantarse y regresar a Jerusalén, punto de partida, lugar de vida, donde les esperan los demás discípulos y toda la comunidad creyente que no viajó a Emaús, para contar, anunciar y testimoniar lo que han vivido durante su peregrinación. La presencia/ausencia del Resucitado les pone en marcha como misioneros.
Tras la marcha de la Bella Señora, Bernardita ya no tuvo miedo del agua fría (que incluso llegó a estar templada) y ayudó a su hermana Toinette y a su amiga Jeanne Abadie a cargar su leña. Fue ella quien, después de la Gruta, fue rápidamente hasta el sacerdote para anunciarle el nombre de la Bella Señora y lo que esperaba de los sacerdotes (que vinieran aquí en procesión y que se construyera una capilla); ella sabía que era la encargada de contarlo y de dar testimonio… Una vez ocurridas las Apariciones, dejó Lourdes para siempre y se convirtió en misionera consagrada, portadora de esperanza…
Existe un «después» de la peregrinación… hay que dejar Lourdes, volver a casa, a la familia, a la parroquia, al mundo… dar testimonio y convertirse en misionero de la esperanza… San Pedro nos lo dice: «en vista de ello, poned todo empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia, a la paciencia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, y al cariño fraterno el amor» (2 Pedro 1, 5-7). Esta es la esperanza que todo peregrino debe llevar en Lourdes durante este año santo.
Al igual que el agua extraída de la fuente de Massabielle es llevada
a nuestras familias, el peregrino es portador de Esperanza y vida. Las
peregrinaciones podrían encontrar símbolos (objetos, imágenes,
oraciones, etc.) que acompañasen a los peregrinos en su misión como
testigos y misioneros de la esperanza, según el único mandamiento: el
amor a Dios y al prójimo (cf. Marcos 12,30-31). Como decía Bernardita: «El amor basta».
En resumen, vivir una peregrinación a Lourdes durante el año jubilar en sintonía con toda la Iglesia es ponerse en camino. A pesar de la tristeza de la vida, vamos a caminar con los demás y, sobre todo, con María y Bernardita, a través de los gestos sacramentales y devocionales.
Este proceso nos permitirá acoger la Esperanza, pero también convertirnos en sus testigos y misioneros. Entonces, seremos Peregrinos de la Esperanza con María, aquí en Lourdes, durante este Año Jubilar 2025.
Fuente: Santuario de
Lourdes Francia.
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