SANTUARIO PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE
LOURDES
Gruta y Basílica. Quinta Normal, Santiago de Chile.
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Recursos Pastorales > La Fiesta de Pentecostés
"Envíanos tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra"
Culminamos el
Tiempo de Pascua con la
Solemnidad de Pentecostés: el Espíritu Santo
desciende sobre los Apóstoles y la Virgen María
CINCUENTA DÍAS después de la Resurrección
del Señor. Y son cincuenta días en que vivimos este
tiempo de Pascua celebrando el triunfo de Jesús sobre la
muerte y el pecado, desde el Domingo de Resurrección
-incluida la Vigilia de la noche del Sábado Santo- hasta
este día de Pentecostés en que además
celebramos la constitución visible de la Iglesia, el
día del Espíritu Santo por excelencia. Todo el bien
que la Iglesia realiza es obra y gracia del Espíritu
Santo.
A partir de la fiesta de PENTECOSTÉS, los primeros cristianos se dieron cuenta de que Jesús seguía presente entre ellos, pero de forma nueva. Ahora los guiaba a través de su ESPÍRITU. Y este Espíritu los llevaba a formar una comunidad y continuar en el mundo la labor de salvación que Cristo había iniciado. Había nacido la IGLESIA.
A nosotros, la salvación alcanzada por Jesús, que hemos celebrado durante siete semanas, nos llega a través de su Espíritu, en la Iglesia. Se trata pues de reconocer ese Espíritu presente y dejarnos transformar por Él. Así brotarán en nosotros ríos de agua viva que saciarán nuestra sed de Dios.
1. Jesús, antes de padecer y resucitar, les hizo una hermosa promesa a sus discípulos-amigos. Que Él y su Padre les enviarían su Espíritu para que jamás sintieran que estaban abandonados o solos sobre la Tierra.
2. También les pidió que se quedaran en Jerusalén todos reunidos hasta que se cumpliera su promesa.
3. Diez días estuvieron junto a la Virgen Madre, encerrados en una casa, rezando y conversando de Jesús. Eran hombres cobardes, con miedo, que no se atrevían a hablarle a la gente de su maestro. Todavía sentían que les podía pasar lo mismo que a Jesús: que los mataran por ser amigos del Crucificado.
4. Jesús cumplió su promesa, siempre las cumple. Cuando recibieron el Espíritu Santo, estos hombres se transformaron: se llenaron de coraje, sabiduría, se les aclararon todas las cosas que no habían entendido mientras habían estado con Jesús. Salieron a las calles y a toda voz empezaron a hablar de Jesús y a explicar su mensaje.
5. ¿Cómo explicar quién es el Espíritu Santo? Es alguien que no podemos ver, pero que existe. Es como el amor; más bien es el Amor que no vemos, pero sentimos.
6. Cuando amamos a alguien estamos alegres, andamos con deseos de ayudar, de cantar, de hacer cosas buenas. A la persona que queremos, (mamá, papá, amigo, compañero) la tenemos siempre cerca aunque no esté con nosotros y no se nos ocurre hacerle daño, ni decirle pesadeces.
7. El Espíritu Santo que
recibimos el día en que nos bautizaron nos hace personas buenas,
generosas, solidarias, alegres, cariñosas y valientes.
Cuando actuamos con amor, valentía, generosidad y
alegría es seguro que el Espíritu Santo está
en nuestros corazones. También Dios nos manda el
Espíritu Santo en la Eucaristía, en la Confirmación, y en otras
ocasiones especiales.
8. Imaginarse que nuestro corazón es como un nido. Al Espíritu Santo le gusta que le ofrezcamos un lugar en nuestro corazón para vivir en él.
Son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos de inspiración divina. Sostienen la vida moral de los cristianos. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben.
1. Sabiduría: Es la gracia de poder ver cada cosa con los ojos de Dios. Es sencillamente eso: ver el mundo, ver las situaciones, las ocasiones, los problemas. Todo con los ojos de Dios.
2. Entendimiento: En perfecta unión con la virtud de la fe, el entendimiento o inteligencia nos permite comprender cada vez más las palabras y acciones del Señor, y recibir todas las cosas como un don de su amor para nuestra salvación.
3. Consejo: Prudencia a la hora de hablar y escuchar, capacidad para ayudar y tomar decisiones acertadas, orientar en el buen camino, corregir, alentar.
4. Fortaleza: Sostiene la virtud moral. La fortaleza nos permite obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros y sobrellevar las contrariedades de la vida. El Señor nos ayuda a resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente, así como a superar la timidez y la agresividad.
5. Ciencia: No se limita al conocimiento humano. Es un don que nos lleva a percibir, a través de la creación, la grandeza y el amor de Dios, y su relación profunda con cada criatura suya.
6. Piedad: Nos hace vivir como verdaderos hijos de Dios. Nos lleva también a amar al prójimo y a reconocer en este último a un hermano.
7. Temor de Dios: No se trata de tener miedo a Dios. Este don nos permite imitar al Señor en humildad y obediencia. No con una actitud resignada ni pasiva, sino con valentía, con gozo.
Son perfecciones que el Espíritu
forma en nosotros como primicias de la gloria eterna.
1. Caridad: La caridad o el amor viene de Dios mismo y sin eso, nada somos. Refleja el amor del Padre y del Hijo, un amor inmenso, incondicional y personal.
2. Gozo: Es la alegría que experimentamos, fruto de tener a Dios en nuestras vidas. Es estar contentos de sabernos suyos y de estar cerca de Él. Esa alegría que no nos abandona ni en las situaciones más extremas, porque Dios vive en nosotros y está con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos.
3. Paz: Es el lazo que une al Padre y al Hijo. En ese lazo encontramos la calma que permite que nada nos turbe, ni en las circunstancias más complejas, pues Dios, quien vive en nosotros, ya venció a la muerte, al pecado y al dolor.
4. Paciencia: Nos permite hacerle frente a la tristeza y al desánimo por alguna situación que parece no terminar. Cultivar la paciencia sin Dios puede ser una tarea titánica, pero la presencia del Espíritu en nuestras vidas hace que esa paciencia brote y podamos enfrentarnos a situaciones duraderas, incluso permanentes, con confianza y calma.
5. Longanimidad o Perseverancia: Es la fuerza que nos permite realizar un trabajo de larga duración sin decaer. Tal vez la conquista de una virtud o las propias vivencias que requieren que no desistamos, que continuemos y, si caemos, nos levantemos una y otra vez para continuar el camino trazado, un trabajo, una misión de anuncio del Reino de Dios que se nos ha encomendado.
6. Bondad: El amor de Dios es un amor que empuja a que salgamos a su encuentro, que irremediablemente nos empuja a salir a encontrarnos con los demás y transmitir lo que nos ha sido dado. Nos empuja a un trato caritativo, bueno, especialmente con los más necesitados física y espiritualmente.
7. Benignidad: Es la dulzura y ternura con la que Dios nos trata personalmente. Y en presencia de su Espíritu, esta misma ternura brota de nosotros y nos permite relacionarnos de la misma manera con los demás.
8. Mansedumbre: Se opone a la ira y al rencor. Nos empuja a tratar siempre con bondad y ternura a los demás.
9. Fidelidad: Es permanecer constante al lado del amado. Buscamos cumplir nuestras promesas imitando al mismo Dios que cumple sus promesas con nosotros. Mediante la fidelidad comunicamos seguridad y permanencia; nuestras relaciones personales se afianzan y nuestro amor se hace perdurable.
10. Modestia: Regula la manera conveniente y apropiada de presentarnos ante los demás. Más allá de la vestimenta (que la incluye) es mostrarnos a tiempo y destiempo con respeto, caridad y pureza del alma. La modestia le huye a lo escandaloso y llama a la calma, al recogimiento y al respeto, pero excluyendo lo tosco y mal educado.
11. Continencia: Es el fruto mediante el cual conquistamos la propia vida, nos hacemos dueños y señores de nuestra existencia, modulando nuestros sentimientos, nuestros apetitos, debilidades, y optando siempre por el bien, incluso forzándonos a hacerlo.
12. Castidad: Permite conquistar la victoria sobre los apetitos carnales. No se trata de reprimir nada; todo lo contrario, se trata de poder vivir en libertad y de manera ordenada, movido por el amor y no por el deseo y la posesión.
El agua: Recuerda nuestro Bautismo, que es el sacramento de nuestra fe y representa una nueva criatura, nacer de nuevo.
La unción: Se emplea en la administración del sacramento y las ceremonias de la Consagración, Muerte y Resurrección de Cristo, en momentos tales como: bautismo, confirmación, unción de los enfermos.
El fuego: Simboliza la energía renovadora del Espíritu en acción.
Nube y luz: Combinación perfecta para señalar la expresión de poder y gloria del Espíritu Santo.
El sello: Representa la garantía que tiene todo creyente de pertenecer a Dios, por lo que es sellado con el Espíritu Santo.
Las manos: Otorgan por imposición los dones del Espíritu Santo.
El dedo: Revela la intervención de Dios y su santa voluntad.
La
paloma: Dice la Sagrada Escritura que descendió
sobre Jesús el día de su bautismo. La misma es
símbolo de pureza, integridad y paz.
La Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles: Hechos 2, 1-11.
Envíanos tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra: Salmo 103.
Bautizados en un mismo Espíritu: 1 Corintios 12, 3b-7.12-13.
Reciban el Espíritu Santo: Juan 20, 19-23.
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