SANTUARIO PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE
LOURDES
Gruta y Basílica. Quinta Normal, Santiago de Chile.
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Las Apariciones > Relato de las 18 Apariciones
Del 11 de Febrero al 16 de Julio de 1858
Presentamos el recorrido de las 18 Apariciones de la Virgen María a Bernardita Soubirous ocurridas en 1858, en Lourdes Francia. Los textos y las imágenes son las que se encuentran en los pequeños nichos de nuestra Gruta de Lourdes en Santiago de Chile. Comenzando el recorrido desde el lado sur, se puede ir meditando y rezando el mensaje de Lourdes. Le sugerimos que haga usted el recorrido acompañándose de los textos de esta página.
EL ROSAL DE LOURDES: Es el rezo de
las Apariciones de la Virgen a Bernardita en Lourdes de Francia,
año 1858. En esa época, el cura párroco de
Lourdes le pide por medio de Bernardita a la Dama que hiciera
florecer el rosal que se encontraba en la gruta. Era invierno. El
rosal no floreció, pero florecieron los hombres y mujeres,
floreció la fe de aquel pueblo al punto de contagiar al
mundo entero. Ese rosal florecido somos nosotros, peregrinos y
peregrinas de Lourdes... El Rosal de Lourdes se inicia con el
CREDO, cada Aparición es un MISTERIO que culmina con un
Padre Nuestro, tres Ave María y un Gloria, y el Rosal
finaliza con la ORACIÓN A LA VIRGEN DE LOURDES (clic
aquí).
Bernardita Soubirous, niña de 14
años, pobre y de salud muy delicada, ha ido con dos amigas
a buscar leña para calentar su casa. De repente, ve en el
hueco de la roca, una mujer muy joven y hermosa, con vestido y
velo blanco y cinturón azul. Tiene los pies desnudos y una
rosa amarilla sobre cada uno. Bernardita busca instintivamente su
rosario y hace la señal de la cruz.
Estamos en la Gruta de Lourdes.
Venimos con nuestras preocupaciones y esperanzas. Con Bernardita
comienzo mi oración: “En el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo”.
Bernardita, con algunas
compañeras de la escuela, ha vuelto a la gruta. Se
arrodilla y puede contemplar nuevamente a la Dama. La pastorcita
y la Aparición se saludan con una sonrisa. Mientras la
niña recorre las cuentas de su rosario, la “Dama Blanca”, que lleva
también el suyo, la imita pero sin pronunciar las
palabras. Bernardita le echa agua bendita. La Señora
sonríe e inclina la cabeza. Terminado el rosario, la
Señora desaparece.
Que el agua bendita nos recuerde
nuestro Bautismo. Por él somos hijos de Dios, miembros de
la Iglesia y constructores de la fraternidad universal.
Bernardita, acompañada por dos
señoras, ha obtenido difícilmente de sus padres
permiso para volver a la gruta. Dicen, en el pueblo, que
Bernardita es una embustera o una loca. La pastorcita es
asmática crónica desde que nació y lo
será hasta la muerte. “No te prometo
hacerte feliz en este mundo pero sí en el
otro”, dice hoy la Dama a la niña. Luego
añade: “Hazme el favor de
venir aquí quince días
seguidos”.
Feliz, sin ninguna mezcla de dolor, será nuestra vida en el Reino de Dios. Ahora, yo confío en Él. La Virgen, que ha sufrido mucho durante su vida y ha sido glorificada por Dios, me invita a tener paciencia y esperanza, como la tuvo ella, hasta llegar un día, a la casa del Padre.
“Huye... huye...”, grita
el Demonio a Bernardita, cuando ella se acerca a la Dama de la
gruta. Entonces, la Señora levanta la cabeza, frunce el
seño y mira hacia el torrente. Inmediatamente, se disipan
las voces aterradas. Bernardita lleva en sus manos un cirio
bendito. Este cirio la acompañará en todas las
apariciones.
Yo me acerco a la Virgen porque Ella se ha acercado antes a nosotros. En Ella pongo toda mi confianza. Ella es mi madre. Es la Virgen María. Junto a Ella, nada ni nadie nos puede dañar.
Que Cristo sea siempre la luz del
mundo. Que Él ilumine nuestras oscuridades, que la luz de
la verdad resplandezca en toda nuestra vida.
La Virgen enseña a Bernardita
una oración destinada a ella exclusivamente. La
niña la rezará toda su vida.
Cada uno debe conversar con Dios y con María, en el secreto de su corazón. Ellos siempre nos están escuchando. Además, la Iglesia nos enseña una oración universal a María: “Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
Nuestra Señora aparece para observar a todo el mundo con sus ojos fulgurantes. Primer interrogatorio del comisario Jacomet. Bernardita dice solamente, con mucha claridad, que una vez más ha visto a "Aqueró", "la hermosa Señora", y que le ha sonreído desde la gruta.
Virgen de Lourdes, mira a nuestras
familias, y regálanos lo que más necesitamos.
Especialmente fe, amor, paz, diálogo y
comprensión.
El 22, Bernardita vino a la gruta, pero
la Dama no apareció. El 23 de febrero, la niña
recibe de la Señora tres secretos. Los llevará
hasta la tumba. “¿Estos secretos anuncian cosas
tristes?”, le preguntaron. “No, señor”.
“¿Contarías tus secretos al Papa, si te lo
pidiera?” . “No,
señor. La dama me dijo que no se los contara a
nadie”.
Yo también tengo mis secretos. A la Virgen le contamos todas las cosas, le agradecemos, le pedimos consejo y esperamos su ayuda. La Virgen y Madre de Jesús nos dice, en el fondo del corazón, como en las bodas de Caná: “Hagan lo que mi Hijo les diga”.
Bernardita esta arrobada en
éxtasis. De repente, sus facciones toman un aspecto de
tristeza y unas lágrimas caen de sus ojos. Se le pregunta
el motivo de su tristeza repentina y ella contesta: “La señora miró por
encima de mi cabeza a toda la gente que me
acompañaba”. Su mirada era triste y me dijo:
“Ruega
a Dios por los pecadores”. Terminado el
éxtasis, la pastorcita cuenta que la Señora, con
acento doloroso, pronunció tres veces estas palabras:
“Penitencia.
Penitencia. Penitencia”. Bernardita llevará
su cruz de enfermedades y de humillaciones hasta la
muerte.
Yo sé que el pecado es ser egoísta, amar poco, amar mal. Todos somos pecadores. Muchas veces ofendemos a nuestro Padre Dios. Por eso le decimos: “Padre nuestro, perdona nuestras ofensas como nosotros también queremos perdonar a los que nos ofenden”.
También nosotros escuchamos
a la Virgen que nos invita a ofrecer nuestros sufrimientos y
dolores porque el Señor Jesús murió para
darnos vida. Mi penitencia se une a la suya. Un día, se
transformará en gloria.
“Vete a la fuente
y bebe”, dijo la Visión a Bernardita. La
niña que no veía ninguna fuente se dirige hacia el
rio Gave que pasa al pie de la gruta. “No, por
aquí”, le indicó la Señora. La
niña escarbó la tierra y el agua brotó. Tres
veces tiró la que había recogido en el hueco de la
mano porque estaba llena de barro. Después la tomó
y se lavó. La Señora le pidió también
que comiera pasto. Obedeció. Esta vez, la gente que
presenciaba el hecho pensó que la niña se
volvía loca. Desde entonces, corre en Lourdes el agua
milagrosa que ha sanado a miles de enfermos.
El agua de la fuente nos recuerda el agua bautismal que nos hizo hijos de Dios. Por lo tanto, somos todos hermanos. A menudo es difícil vivir esta realidad, pero la virgen nos invita a formar una nación de hermanos.
Hay allí ese día ochocientas personas. La Aparición permanece silenciosa. Bernardita bebe agua del manantial y hace los gestos habituales de penitencia.
Enséñanos a no temer
a la penitencias, a estar abiertos a contribuir a la
conversión de los demás, especialmente a aquellos
que más amamos.
“La Dama me pidió que
anduviera de rodillas y besara la tierra. Lo hice”.
Luego, Bernardita, con gesto imperativo, ordenó a los
presentes que ellos también besaran la tierra, como
penitencia por los pecadores. A continuación se la llevan a casa del juez Ribes que la amenaza con meterla en la cárcel,
Yo soy pecador cuando no pienso en mi prójimo, en mi familia, en mis vecinos. Yo soy un pecador cuando no perdono, cuando no hago justicia. Somos pecadores cuando cada uno piensa sólo en lo suyo y nada en los demás. Señor, beso la tierra con humildad.
Se han congregado más de mil
quinientas personas y entre ellas, por primera vez, un
sacerdote.
Virgen de Lourdes, cuida a nuestros sacerdotes. Defiéndelos de las amenazas del mal. Líbralos de los escándalos. Hazlos amantes de la cruz.
Durante la noche, Catalina Latapie, una amiga de Lourdes, acude a la Gruta, moja su brazo dislocado en el agua del manantial y el brazo y la mano recuperan su agilidad.
Hoy el éxtasis de Bernardita
dura más que de costumbre. La Señora da a la
vidente este recado: “Anda y di a los
sacerdotes que me edifiquen aquí una capilla y que se
venga en procesión”. La multitud ve que
Bernardita besa el suelo largamente. Todos, con emoción,
hacen lo mismo.
Mientras Bernardita contempla a la
Dama, se lleva la mano al bolsillo, saca su rosario y lo levanta
en alto para mostrarlo a la Aparición. Los asistentes,
creyendo que la Dama va a bendecir los rosarios, sacan los suyos.
Después, la niña explica su gesto: “una amiga mía me pidió
que rezara con su rosario, más bonito que el mío.
Lo hice pero la Señora me preguntó dónde
tenía el mío. ‘En el bolsillo’, le
contesté. ‘Muéstramelo’,
repuso Ella. Saqué mi rosario y se lo mostré.
Entonces Ella me dijo: ‘reza con el
tuyo’”.
Somos muchos los que venimos a Lourdes a encontrarnos con el Señor Jesús y guiados por la virgen. Somos muchos los habitantes de Chile que amamos a María. Pero somos muchos también los pecadores. Cristo, ten piedad de nosotros.
Rezar el Rosario es lo más
fácil y lo que más agrada a María. Si lo
rezamos en familia, todavía mejor. La Virgen no nos pide
cosas lujosas ni complicadas, sino acordarnos de Dios y
hablarle.
Bernardita no sabe todavía
quién puede ser esta Dama tan luminosa que se le aparece.
Bernardita continúa su oración. Los peregrinos que
ya son unos tres mil, la imitan. La Dama explica a la niña
que aquellos que vienen a burlarse de las cosas de Dios profanan
su Gruta. Y le insiste a Bernardita que vaya a pedir a los
sacerdotes: construir una Capilla y que la gente venga
aquí en procesión. Bernardita tenía miedo de
acercarse al Párroco de Lourdes. Sin embargo, lo hizo.
“Que diga esta
señora quién es y que dé alguna prueba de su
veracidad”, fue la respuesta del
sacerdote.
Hoy he
aprendido algo nuevo: la oración, si no nos lleva a ser
mejores con Dios y con el prójimo, no sirve, no es
oración. Como Bernardita, que venció su miedo para
visitar al párroco, así yo también, con la
oración, me encuentro más fuerte y decidido para
enfrentar mis obligaciones. Señor, ten piedad de
nosotros.
Nosotros también nos
burlamos cuando rezamos con los labios oraciones o promesas, pero
las desmentimos con la vida. La Gruta es para mí lugar
sagrado. Me propongo corresponder de verdad a la voluntad del
Señor: “Amarás a Dios con todo el
corazón y a tu prójimo como a ti
mismo”.
Último día de la
quincena. Cerca de veinte mil personas han llegado a la gruta,
esperando que la dama hiciera algún milagro que ellos
también podrían ver. Llega Bernardita. Reza sin
fijarse en la multitud. Mira profundamente hacia el nicho de la
gruta. Su cara se muestra apacible. Conversa con “su Dama”. Pero nada
sucede. La Virgen permanece silenciosa e invisible para los
espectadores. Sólo la pastorcita la puede
contemplar.
A menudo hay miles de personas en la Gruta y aparentemente no pasa nada. Sin embargo, hay un hecho maravilloso. Se siente que la Virgen está presente. Y nos trae la Palabra de Dios, el Evangelio de Jesús. El Evangelio es el libro del cristiano. Debe ser mi libro. Jamás debe faltar en mi hogar.
Desde el cuatro hasta el veinticinco,
nada ha pasado en la gruta. El 25 de marzo es la fiesta de la
Anunciación de María. Bernardita se siente
impulsada hacia la gruta. Cuando entra en éxtasis suplica
tres veces a la Señora: “Señora, ¿quiere tener
la bondad de indicarme su nombre?”. La radiante
Visión abre sus brazos, junta las manos y, los ojos
mirando al cielo, entrega finalmente su secreto en estos
términos: “Yo soy la
Inmaculada Concepción”. Bernardita corre a la
casa parroquial a dar la noticia al Párroco: su deseo ha
sido cumplido.
Este nuevo nombre que se da a la Virgen, Madre de Dios, nos lo trae el mensaje de Lourdes: la Inmaculada Concepción enteramente abierta a Dios; nosotros, como Bernardita, pobres, vacíos de todo egoísmo, y disponibles para el bien.
Bernardita, con un rosario en una mano
y un cirio en la otra, reza con fervor. Durante el
éxtasis, la niña, sin darse cuenta, acerca su mano
a la llama del cirio que toca sus dedos durante largos minutos
(un médico es testigo ocular), sin que aparezca en su
carne señal alguna de quemadura.
El cirio de Bernardita representa
la luz que la Virgen desea ver en las manos de su confidente; luz
de la resurrección, luz que desde más de ciento
cincuenta años, brilla día y noche en la Gruta
bendita de Lourdes. Mi visita a Lourdes va a terminar. Pero todos
debemos salir de la gruta como portadores de la luz del
Señor. Hemos comprendido que la virgen nos exige un
compromiso con los que nos rodean. Donde hay tinieblas, pongamos
luz. Donde hay desesperación, pongamos esperanza. Y
muriendo al egoísmo, resucitaremos a la vida
eterna.
Han pasado meses desde la última
aparición. Bernardita siente un deseo intenso de ir a la
gruta. La acompañan unas pocas personas. La Virgen y
Bernardita se miran en silencio. Más tarde, Bernardita
cuenta: “Ella se me
apareció en el sitio de siempre. Nunca la vi tan
bella”.
Bernardita vivirá veinte
años más. Entrará a la vida religiosa a los
22 años. Morirá a los 35 años.
Yo miro a la Virgen, ella
también me mira; me comprende porque me ama. Nos
enseña a amar sirviendo. Servir a mis hermanos, a mi
familia, a Chile... Hasta verla un día y ver a Dios por
toda la eternidad.
Las fotos que ilustran
estas páginas corresponden a las pinturas originales de
Pedro Jofré.
Pedro Francisco
Jofré Pino, pintor, nació en San Bernardo, Chile en
1860. Falleció en Santiago el 19 de marzo de 1948. Ahijado
del pintor Pedro Lira, recibió lecciones del afamado
maestro desde niño. Dueño de una valiosa
colección de pintura chilena, sufrió la
decepción de perderla en un incendio de su taller donde
además se destruyeron las que consideraba sus mejores
obras. Decidió retirarse en el convento de los Padres
Mercedarios donde pasó el resto de su vida. Se comenta que
su hija empobrecida, habría dispuesto de sus pinturas
haciéndolas pasar por originales de Pedro Lira y Juan
Francisco González.
ESTRATEGIA
VISUAL: Fiel a las enseñanzas y estilo de Lira,
alcanzó un gran dominio técnico y recibió
importantes obras por encargo tales como la decoración de
la Gruta de Lourdes en Santiago. Realizó retratos, escenas
históricas, costumbristas y religiosos.
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