SANTUARIO PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE
LOURDES
Gruta y Basílica. Quinta Normal, Santiago de Chile.
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Apariciones en Lourdes Francia
Para describir a la que se aparecía, Bernardita hablaba de una jovencita vestida de blanco, de una señorita. La palabra “aquero”, que significa “aquello”, la repetía muchas veces en su descripción. Hablaba de una “niña”, de “algo blanco”, de una “claridad”. “Yo no digo que he visto a la Santísima Virgen”, se defendía con mucha sinceridad, una gran honradez y un gran deseo de esclarecer la verdad. Fue el 25 de marzo de 1858, durante la decimosexta Aparición, cuando la Señora reveló su nombre: “¡Que soy era Inmaculada Councepciou”.
+ Jacques
PERRIER,
obispo de Tarbes y Lourdes, año 2008.
«Juzgamos que María Inmaculada, Madre de Dios, se ha aparecido realmente a Bernardita»: éste es el juicio de Mons. Laurence, obispo de Tarbes, pronunciado en 1862, cuatro años después de los hechos. Entre tanto, el obispo había interrogado a unos y a otros. Había pedido su opinión a un grupo de teólogos. Él mismo había escuchado a Bernardita. Muy emocionado al final de la entrevista, había dicho: “¿Habéis visto a esta niña?”.
1. Las Apariciones, al no ser por sí mismas verificables, ¿qué es lo que ha convencido a los expertos y al mismo obispo?
2. La solidez del testimonio de Bernardita: ella ha frustrado todas las trampas que le tendían para que se contradijera.
3. Las curaciones milagrosas que tuvieron lugar desde el comienzo de las Apariciones.
4. La humildad de Bernardita que no busca hacerse pasar por una vidente y que rehúsa todas las ventajas materiales que hubiera podido obtener de su fama.
5. El florecimiento espiritual que el párroco, P. Peyramale, constataba ya durante la Cuaresma de 1858.
No en todos los santuarios marianos se han producido apariciones, y hay santuarios que sólo se apoyan en la veneración a alguna imagen. Las apariciones marianas no son una invención francesa del siglo XIX, aunque los acontecimientos de la calle de Bac en París (1830), de La Salette (1846), de Lourdes (1858) y de Pontmain (1871) tienen lugar en tierra francesa. Otras muchas apariciones marianas ya se señalan desde el primer milenio, tanto en Oriente como en Occidente.
Lo mismo que es necesario referir los milagros que tienen lugar en Lourdes, a los milagros realizados por Jesucristo, es igualmente interesante referir las apariciones de la Virgen a las de Jesucristo Resucitado.
Tanto en un caso como en otro, no todos los que están presentes ven. Es la fe lo que permite ver. Cuando Jesús devuelve la vista a los ciegos, el milagro es a la vez físico y espiritual: el ciego de nacimiento, una vez curado, descubre el mundo exterior pero también descubre en Jesús, al Señor.
Como Cristo resucitado, la Virgen se aparece varias veces: ninguno de los dos expone su mensaje de una vez. La Señora educa a Bernardita: se ha dicho de María que había sido la catequista de Bernardita, y ¡qué catequista!
Como Cristo resucitado, la Virgen no es reconocida enseguida. Ella no dirá su nombre hasta la decimosexta aparición, el 25 de marzo.
Como Cristo resucitado sorprende a sus discípulos cuando se les aparece, la Virgen toma la iniciativa de manifestarse, libremente. Por otro lado, en algunos días de la quincena durante la cual Bernardita había prometido venir a diario, la Virgen no se apareció. Ha querido probar la fe de Bernardita. Algunas personas de paso por Lourdes preguntan inocentemente: “¿A qué hora es la aparición?” No han entendido en absoluto de qué se trata...
Como Cristo resucitado da a sus apóstoles el poder de perdonar los pecados, la Virgen pide a Bernardita que rece por los pecadores.
Como Cristo resucitado a sus discípulos, la Virgen encarga una misión a Bernardita: ir a decir a su párroco que organice una procesión y construya una capilla; en una palabra, hacer una labor de Iglesia.
Las Apariciones de Lourdes o en otros lugares, no nos enseñan nada nuevo pero nos recuerdan el Evangelio. Nos muestran que el mundo celestial no está lejos de nosotros. Habitualmente somos incapaces de verlo. Las apariciones nos repiten, a su manera, las palabras de Jesús: “El Reino de Dios está en medio de vosotros”.
Bernardita amaba la Gruta. Sin embargo abandonó Lourdes sin la menor vacilación. Después del año de las apariciones, Bernardita vivirá todavía veintiún años: no pasará el tiempo llorando sobre la desaparición (lo contrario de la “aparición”) de la Virgen.
Dios le había hecho, como a todos los cristianos, un
regalo mucho más precioso: la Eucaristía.
¿Y si en los días y las semanas que vienen, nos ponemos a considerar que ya vivimos en la luz de la Resurrección? Por ejemplo, mirando a cada persona que nos parezca que está habitada por esta luz... Los ojos de nuestro corazón se ejercitarán así en la esperanza.
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