SANTUARIO Y PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE
LOURDES
Gruta y Basílica. Quinta Normal, Santiago de Chile.
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Recursos Pastorales > La Semana Santa
Pasión, Muerte y Resurrección del
Señor
La SEMANA SANTA es la “gran semana” de la Iglesia, cuyo “Triduo Pascual” (desde la Misa de la Cena del Señor hasta la Misa de Resurrección) es el vértice del Año Litúrgico. La inaugura el Domingo de la Pasión del Señor, más comúnmente conocido como “Domingo de Ramos”.
El Domingo de Ramos conmemoramos el ingreso de Jesús en Jerusalén, aclamado con palmas por sus seguidores. Luego de tres días menores (Lunes, Martes y Miércoles Santo), se celebra la Misa Crismal el jueves por la mañana (en algunas diócesis, el Miércoles Santo en la tarde). En ella, el Obispo, reunido con su Presbiterio (el clero de la diócesis), bendice los óleos (el crisma, el óleo de los enfermos y el de los catecúmenos), que serán usados en los diversos sacramentos durante el año. Esta misa es un hermoso signo de comunión de la Iglesia entera con su pastor.
Por la noche del jueves comienza el “Triduo Pascual”, las tres celebraciones centrales de la gran semana; la Cena del Señor, la Liturgia de la Pasión y la Vigilia Pascual, que inaugura el Domingo de Gloria.
El Viernes Santo es el único día en el año del calendario romano en el que no se celebra la Eucaristía, en espera de la “Madre de todas las Vigilias”, la Vigilia Pascual de la Resurrección del Señor.
La Semana Santa entera está dominada por el signo de la
cruz. La cruz es para
los cristianos signo de victoria sobre la muerte y el pecado. Es
una cruz gloriosa, que de ser lugar de tormento, se hizo
símbolo del amor extremo de Jesucristo por toda la
humanidad, para redimirla. La Pascua es el vértice de las
celebraciones de nuestra fe y el fundamento de nuestra esperanza.
La victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte son la
razón más honda de la gratitud y el gozo de los
creyentes.
La Semana Santa comienza con el
Domingo de Ramos en la
Pasión del Señor, que comprende a la vez el
presagio del triunfo
real de Cristo y el anuncio de la Pasión. La relación
entre los dos aspectos del Misterio Pascual se han de evidenciar
en la celebración en la catequesis del
día.
La entrada del Señor en
Jerusalén, ya desde antiguo, se conmemora con una
procesión, en la cual los cristianos celebran el
acontecimiento, imitando las aclamaciones y gestos, que hicieron
los niños hebreos cuando salieron al encuentro del
Señor, cantando el fervoroso "Hosanna". Los fieles
participan de la procesión y la misa portando en las manos
ramos de palma o de otros árboles.
La gente sencilla acogió con entusiasmo a Jesús en su entrada en Jerusalén. Veían en Él al anunciador de la Buena Noticia del amor de Dios compartido para todos. Bendito el que viene en nombre del Señor.
Un anuncio sencillo: hasta los niños lo cantaban.
En este día, nos unimos a esta aclamación popular sin olvidar que la confabulación de los poderosos convertirá la aclamación en tragedia. Por eso, en la Misa, leemos la Pasión de Jesús.
Evangelios de Ramos: Mateo 21, 1-11 (Año A); Marcos 11, 1-10 (Año B) y Lucas 19, 28-40 (Año C).
Pasión del Señor: Mateo 26, 3-5.14 - 27, 66 (Año A); Marcos 14, 1 - 15, 47 (Año B) y Lucas 22, 7.14 - 23, 56 (Año C).
Del Lunes al Miércoles Santo se recuerdan episodios de Jesús ocurridos antes de su Pasión: la unción de perfume recibida de una mujer en casa de Lázaro (Juan 12, 1-11), y los anuncios "proféticos" sobre la negación de Pedro y la traición de Judas Iscariote (Juan 13, 21-33.36-38 y Mateo 26, 14-25, respectivamente). El color litúrgico de estos días es el morado.
Y como ya se dijo, en la
mañana del Jueves Santo se celebra la Misa Crismal en las Diócesis,
reunidos el Obispo y el clero, con la bendición de los
óleos para los diversos sacramentos. “El Espíritu del Señor
está sobre Mí, porque Él me ha
ungido”, es el mensaje del Evangelio (Lucas 4,
16-21), que narra el momento cuando Jesús proclama su
Misión; un pasaje bastante anterior a los hechos que se
recuerdan en Semana Santa, pero que le da sentido a la
misión de los pastores de la Iglesia, siendo un preludio
de lo que se vivirá en la Misa de la Cena del Señor. El
color litúrgico de la Misa Crismal es el morado.
Además, se da fin al tiempo litúrgico de
Cuaresma.
Evangelio: Juan 13, 1-15. Color
litúrgico: Blanco.
Con la Misa de la Cena del Señor, que tiene lugar en las horas vespertinas del jueves de la Semana Santa, la Iglesia comienza el Triduo Pascual y evoca aquella Última Cena, en la cual el Señor Jesús en la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los Suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del Pan y del Vino, y los entregó a los Apóstoles para que los sumiesen, mandándoles que ellos y sus Sucesores en el sacerdocio también los ofreciesen.
Signo típico de la Misa de la
Última Cena es el lavado
de pies, gesto que Jesús realizó a sus
Discípulos, con un simbolismo profundo: el servicio
humilde, el gozoso deber de amarnos y ayudarnos mutuamente.
Ahora. el sacerdote repite ese gesto de Jesús con algunos
miembros de la comunidad, en su representación, para
recordarnos que “todos
debemos lavarnos los pies, unos a otros”.
Jueves Santo es, entonces, el
Día de la
Institución de la Eucaristía y el
Día del
Sacerdocio.
Los poderosos han decidido la muerte de Jesús. Él la acepta voluntariamente. Y se reúne con sus más cercanos seguidores, para despedirse y para dejarles el signo y la garantía de que siempre seguirá estando entre ellos: parte el pan, hace pasar la copa de vino. Son su cuerpo y su sangre, su vida, alimento confortante entonces y ahora.
En Chile, en esta Misa es costumbre la entrega, como ofrenda,
de las alcancías de la campaña “Cuaresma de
Fraternidad”, aportes de los feligreses, gracias a
sus sacrificios en Cuaresma, que van en ayuda de las personas y
familias más necesitadas, de acuerdo a los planes que
coordinan cada año nuestros Obispos.
Evangelio: Juan 18,1 - 19,42.
Color litúrgico: Rojo.
En este día, en que "ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo", la Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo, y adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación de todo el mundo.
La lglesia, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra la Eucaristía; la Sagrada Comunión se distribuye a los fieles solamente durante la Celebración de la Pasión del Señor; sin embargo, los enfermos que no pueden participar a dicha celebración pueden recibirla a cualquier hora del día.
Además de la Liturgia de la
Pasión, existen dos devociones muy populares que se
realizan cada Viernes Santo: el Vía Crucis, que es un relato
meditado de la Pasión y Muerte de Cristo, dividido en 14
estaciones; y las Siete
Palabras, que es una meditación a las siete frases
que pronunció Jesús en el camino al Calvario, hasta
su Muerte en la Cruz.
La cruz. Suplicio para criminales. La confabulación de los poderosos parece haber triunfado: Jesús estorbaba y es liquidado. Pero en la reunión cristiana de hoy leemos la Pasión según San Juan, que ve ya en la Cruz el triunfo de la apuesta y la convicción de Dios: “Donde no hay amor, pon amor, y sacarás amor”. Nosotros contemplamos al Crucificado e intuimos en Él la respuesta a las preguntas sin respuesta.
Durante el Sábado Santo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y el ayuno su Resurrección. Se recomienda con insistencia la celebración del Oficio de Lectura y de las Laudes con participación del pueblo. Cuando esto no sea posible, prepárese una celebración de la Palabra o un ejercicio piaáoso que corresponda al misterio de este día.
Pueden ser expuestas en el templo a la veneración de los fieles la imagen de Cristo Crucificado, o en el sepulcro, o descendiendo a los infiernos, ya que ilustran el misterio del Sábado Santo; así como la imagen de la Santísima Virgen de los Dolores de los fleles.
La lglesia se abstiene absolutamente del sacrificio de la Misa. La Sagrada Comunión puede darse solamente como viático. No se concede celebrar el matrimonio ni administrar otros sacramentos fuera de la Penitencia y la Unción de los Enfermos.
Jesús ha muerto. Todo el día su Cuerpo reposa en el sepulcro, frío y sin vida. Ahora nos damos cuenta de lo que pesan nuestros pecados. Jesús ha muerto para redimirnos.
Estamos tristes. La Virgen María también está triste, pero contenta porque sabe que resucitará. Los Apóstoles van llegando a su lado, y Ella les consuela.
Evangelio: Lucas 24, 1-12. Color
litúrgico: Blanco.
En la noche del Sábado Santo, nos disponemos a vivir la culminación de los misterios de Jesucristo, celebrando la Solemne Vigilia Pascual de Resurrección, y redescubriendo una fe profesada, celebrada, vivida y rezada.
La experiencia de la celebración de la Vigilia Pascual es el acontecimiento más importante de nuestro Año Litúrgico; más aún, es el centro y el sentido de nuestra Vida Cristiana.
Con mucha fe y alegría vivimos
la Liturgia de la Luz,
la escucha de la Palabra
de Dios, la Renovación de nuestro Bautismo y la Mesa Eucarística.
En la Misa se vuelven a entonar los
cantos Gloria y
Aleluya, suprimidos
durante los días de Cuaresma.
En la oscuridad de nuestra noche, arde ante las puertas de la iglesia un fuego nuevo. Y en Él encendemos el Cirio Pascual que simboliza la luz siempre nueva de Jesús. Porque Él vive resucitado entre nosotros, nos regenera con el agua del bautismo y nos estimula con el alimento del pan y la alegría del vino que cada domingo compartimos en la Misa. Por eso, surge nuestro canto jubiloso, el ALELUYA. La confabulación quería terminar con Jesús, pero el resultado es muy distinto: hay un camino de amor y de alegría que desemboca en una fiesta de comunión entre todos y con Dios para siempre.
Evangelio: Juan 20, 1-9. Color
litúrgico: Blanco.
En cuanto se hace de día, tres mujeres van al sepulcro donde lesús estaba enterrado y ven que no está su Cuerpo. Un Ángel les dice que ha resucitado. Van corriendo donde está la Virgen con los Apóstoles y les dan la gran noticia: iHa resucitado!
Pedro y Juan corren al sepulcro y ven
las vendas en el suelo. Ahora entienden que Jesús es Dios.
El desconsuelo que tenían el día anterior se
transforma en una inmensa alegría. Y rápidamente lo
transmiten a los demás Apóstoles y
discípulos. Y todos permanecen con la Virgen esperando el
momento de volver a encontrarse con el Señor.
La Misa del día Domingo de Pascua se debe celebrar
con la misma solemnidad de la noche anterior. En lugar del acto
penitencial, es muy conveniente hacer la aspersión con el agua que fue
bendecida durante la celebración de la Vigilia.
Este día da inicio a la
Octava de Pascua
(período de ocho días, hasta el domingo siguiente)
y al Tiempo de Pascua, que se extiende por
cincuenta días, hasta Pentecostés.
Dios Padre no ha permitido que creciese la hierba en el sepulcro de Jesús: ¡LE HA RESUCITADO!
Dios Padre, resucitando a Jesús, despierta e inflama nuestra esperanza, garantizándonos que, si seguimos de veras a Cristo, nosotros también llegaremos a la vida en plenitud.
Dios Padre, resucitando a Jesús, nos recuerda que, aunque el sufrimiento y la muerte nos parezcan absurdos y desconcertantes, no son en absoluto inútiles y sin sentido.
Dios Padre, resucitando a Jesús, nos lleva a contemplar lo que nos rodea y en especial a todas las personas -cada persona- con una mirada completamente renovada.
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